Generalmente excluimos nuestros pies de la cotidiana rutina de embellecimiento descuido que agudiza el deterioro que en esta zona corporal causa la actividad laboral, el estar de pie, y el caminar largos trechos.
Para evitar que se conviertan en una tortura es muy útil darle a nuestros piés baños con agua caliente mezclada con ramas de romero y menta, y una cucharada de bicarbonato de sodio. Lista esta preparación sumergimos nuestros pies en ella por un tiempo prudencial.
Después los secas bien con una toalla limpia y procede a darles un suave masaje con aceite de almendras y unas gotas de aceite esencial de romero.
En el evento de que la piel de nuestros pies esté endurecida, cuando estemos bañandonos podemos pasar una piedra pómez por las partes afectadas. Secamos los pies y los humectamos con aceite de mamey.
Si procedemos así, no tendremos porqué avergonzarnos de nuestros pies, pues lucirán, limpios, frescos y brillantes.
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