Qué horror… ¿vieja yo?


Cuando llegamos a los treinta años de vida, las mujeres nos encontramos con una desconcertante realidad: nuestro rostro y en general nuestra piel se están deteriorando, comprobamos horrorizadas en el espejo que el paso de los años no es en vano y nos aterramos porque descubrimos arrugas alrededor de nuestros ojos, a los lados de los labios, en la frente, y en las manos.
Eso se puede controlar mas no evitar, mejor dicho el deterioro se puede retardar si no le ponemos la cara al sol, si no fumamos cigarrillos, si no consumimos bebidas alcohólicas, si nos resistimos a la comida “chatarra”, si hacemos deporte o gimnasia, si consumimos diariamente prudente cantidad de agua, si nutrimos bien nuestro organismo, y, por sobre todo, si consumimos cereales y frutas; si antes de ir a la cama limpiamos cuidadosamente nuestra piel facial, si no trasnochamos y dormimos durante tiempo prudencial, si llevamos una vida exenta de todas aquellas actividades nocivas para nuestra salud y figura física, en fin si el nivel de nuestra autoestima es alto, y si aplicamos productos debidamente reconocidos y certificados por las autoridades sanitarias del país.
Volverse y sentirse vieja solo depende de la vida que usted se da o quiere darse, entendiendo que lo mundano es nocivo e innecesario.

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